«He conducido autobuses 44 años y no he tenido ningún accidente»
De pequeño y en su Navasfrías natal, disfrutaba cogiendo truchas a mano en el río
Vivió grandes momentos con el inolvidable Palmira de los recordados hermanos Andrade
Está jubilado luego de haber trabajado por espacio de 44 años al volante de la empresa de autobuses que fundó su padre. Tiene 67 y bien fresco que está, sobre todo de memoria y cerebro. Manolo Ramos Peña nació en la salmantina Navasfrías, pero a los 7 años le trajeron a Donostia, a Errondo. Cuando se casó (1963) cometió el acierto de llegarse hasta Irun. María del Tránsito Merino fue la culpable de un desplazamiento que nunca dejará de agradecer. Aquí nacieron sus hijos, Manolo, Jesús Mari y Yolanda. Lo mismo que su queridísima nieta, Carla, hija de su primogénito, que viene de celebrar su mayoría de edad. Estudió lo básico, como mucha gente de su quinta y a los catorce años ya estaba trabajando. Empezó en ‘Calzados Siglo XX’, en la calle Loiola, de Donosti. Luego fue linternero y fontanero en ‘Ferly’ y desde que sacó el carné de conducir especial -por cierto y, según propia confesión, no hizo la prueba práctica en el autobús-, se dedicó a la conducción de ese tipo de vehículos que trasladan de golpe a 55 personas. Dejó una flotilla de cinco autobuses, de la que es socio-propietario, pero ya no maneja, que dicen en Sudamérica. Ahora, jubilado a la edad de antes (65) disfruta de ese estado. Pasa horas en la huerta de Mendelu con su cuñado, José Calderero; y dedica mucho tiempo a su actual ‘profesión’, que no es otra que la de andarín, algo que considera elemental para la salud.
-Manolo, no sabes lo bien que me caen los ‘manolos’.
-Pues mira, así soy yo, era mi padre, es mi hijo mayor (Manu) y mi cuñado ‘Carballo’.
-Te han caído los 67 y se te ve hecho un chaval, como cuando lo eras. ¿Qué recuerdos te trae tu infancia en Navasfrías?
-No creas, que tengo unos cuantos y muy bonitos. De crío y con los amigos, solíamos ir al río a coger truchas a mano y no se nos daba nada mal. Luego, las comíamos en casa, que entonces no se vendía nada, porque en el pueblo no había una peseta. Éramos unos 300 habitantes y emigramos casi todos.
-Has sido un profesional de la conducción. ¿Apuntabas de pequeño al oficio?
-No, en principio no me planteé esa idea. Además, en el pueblo no había coches. Pero al final me he pasado 44 años conduciendo autobuses. Bueno, antes ya me había hecho con alguna moto. Recuerdo una ‘Bultaco 110’ y una ‘Montesa’. Sí, conducir vehículos ya me llamaba la atención, me iba gustando.
-¿Has conducido alguna vez sin carné?
-No, nunca. Saqué el carné normal con 20 años y el especial, con 21. Por cierto, realicé las pruebas teóricas, pero no hice la práctica, porque el ingeniero Arrondo nos aprobó a todos los que íbamos en un vehículo que conducía otro aspirante. Me presenté por la auto-escuela ‘Gongar’.
-Y lo tuyo, qué fue, ¿por obligación o por vocación?
-Yo me limité a seguir los pasos de mi padre y hacíamos la línea entre Amara y San Juan de Dios, en Donosti.
-¿Te acuerdas de tu primer trayecto?
-¡Cómo no! Fue con 21 años, en la línea donostiarra que te he comentado y en un microbús de catorce plazas. Casi al mismo tiempo, me dediqué a trasladar a deficientes mentales desde el centro del parque Mendibil hasta Miramón. Eran 22 kilómetros que se hacían fácil.
-En 44 años de chófer, ¿cuántos accidentes has tenido?
-Ninguno, creételo. Sólo tuve un percance con la moto en Errenteria. Con el autobús, nunca. He sido un afortunado. O, ¿quién sabe?, quizás un buen conductor.
-De multas, ¿qué tal?
-Sólo dos y una injusta que me plantó la Guardia Civil en Benavente, sancionándome por un ‘stop’ que no me salté. Fué hace 30 años, me costó quinientas pesetas de aquéllas, un pastón, y conducía un vehículo matriculado en San Sebastián. No sé…, tú me entiendes.
-Tú y tu empresa seguís creciendo…
-Sí hasta tener una flotilla de cinco autobuses, con los que se hacen los traslados colegiales a partir de Toki Alai. Yo estoy jubilado, algo que va a ocurrir ahora con mi hermano Germán. Queda mi cuñado Manolo y cuatro chóferes contratados. Hemos crecido poco a poco, porque nosotros nos asignábamos una mensualidad. El resto del dinero que se ganaba se invertía en nuevas unidades. Así pasamos de la primera a la quinta.
-No es lo mismo conducir un coche que un autobús, digo yo.
-Dices bien. Tienes menos problemas con el autobús, que te da más seguridad, porque todo es automático. Ahora, con el ‘retarde’, puedes bajar una cuesta muy pronunciada sin tocar el freno. Una gozada.
-Estamos ante una profesión muy sacrificada, ¿o no?
-Pues sí, pero más antes que ahora, porque todo está más regulado. Ahora hay descansos y en mis primeros tiempos no sabíamos lo que era un tacómetro. Trabajábamos a destajo. ¿Que si se gana bien? Sí, siempre que trabajes bien.
-Me cuenta un gran amigo común (Nicolás Aguirre) que eras chófer del Palmira, el equipo que patrocinaron los hermanos Andrade.
-Así fué. ¡Qué tiempos, qué tiempazos! Paco y José Mari Andrade eran unos mecenas cómo no había entonces. Coincidí con, entre otros, Tery, Josu Aramburuzabala, Luisito Murguía, Txemi Aranguren o Merkelanz, el hijo del taxista. Tengo la tira de anécdotas.
-Empieza…
-Pues nos solíamos concentrar a menudo. Estábamos en el ‘Chino’ de Mugaire en vísperas de jugar contra el Fuenterrabia y a Sanzberro le dió por ir a coger truchas al Bidasoa. Sacó y se las regaló a Paquito Andrade. Y luego los hermanos Larrea…
-No me dejes en ascuas.
-Pues Manolo y Nicolás eran tan iguales, que yo ni los distinguía. Una vez le expulsaron a Manolo y luego volvió al campo, en una sustitución, con el carné de Nicolas. No se enteró ni dios…, ni el árbitro.
-Si volvieras a nacer, repetirías.
-Sí, tanto oficio como experiencias, que nuestra profesión es sacrificada pero también te da mucho y muy bueno. Lo tengo claro.
Fuente : diariovasco.com